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quinta-feira, 27 de outubro de 2016

"Dominación, mediación y consentimiento" - Por Manuel Delgado Ruiz

Fonte: El Cor de les apparences


La foto es de Yanidel
Comentario para Alberto Pérez de la Fuente, doctorando

DOMINACIÓN, MEDIACIÓN Y CONSENTIMIENTO
Manuel Delgado

De entrada, te convendría tener presente la diferencia entre "poder" y "dominación" que plantea Max Weber en Economía y sociedad (FCE). Hay una definición canónica de "poder" que remite a la capacidad que tiene una persona de imponerle su voluntad a otro, incluso usando la fuerza en caso de encontrar resistencia. El concepto de poder, sin embargo, no implica el de obediencia. Para someterte a una orden, al menos de manera voluntaria, tienes que estar motivado por algo más que por el poder que quien lo imparte tiene. En este caso es indispensable que se esté convencido de que la orden impartida merece ser obedecida y que es justo el castigo que resulte de su desacato. Es entonces emplear más bien la noción de "dominación", que no es tanto la capacidad que tengas para ejercer un poder sino la posibilidad de que tengas de obtener obediencia. La obediencia requiere que la persona que está obedeciendo crea que quien la persuade o disuade de hacer algo tiene derecho a hacerlo. Aquí es cuando debemos considerar la cuestión de la obediencia en términos de legitimidad, ya sea esta tradicional, administrativa o carismática, por usar la tipología propuesta por Max Weber. Para que la dominación sea posible, en cualquier caso, es indispensable que dominador y dominado manejen el mismo lenguaje, es decir que estén de acuerdo con los temas en los que se produce tanto el poder como la obediencia y, sobre todo , que el dominado entienda, acepte y sea cómplice de su dominación.

Te remarco eso porque esa es una de las deudas de Bourdieu para con Weber. El concepto de violencia simbólica remite a la cción racional donde el "dominador" ejerce un modo de violencia indirecta y no físicamente directa en contra de los "dominados", los cuales no la evidencian o son inconscientes de dichas prácticas en su contra, por lo cual son cómplices de la dominación a la que están sometidos. El concepto ha sido muy trabajado por otros autores y su propio creador lo ha incorporado en buen número de sus trabajos. Te adjunto uno de los capítulos de La reproducción, de Bourdiey y Jean-Claude Passeron (Cultura Popular), pero hay multtud de material en la red.

Lo que pasa es que el concepto tampoco es realmente nuevo. Ya te explicaba que la noción de carrera moral en Erving Goffman le está claramente emparentada. Pero se me antoja que el precedente más claro y más hondo aún es el de mediación . Es de Marx y está tomado de su Crítica a la filosofía del Estado de Hegel.  Expresa una de las estrategias o estructuras mediante las cuales se produce una conciliación entre sociedad civil y Estado, como si una cosa y otra fueran en cierto modo lo mismo y como si se hubiese generado un territorio en el que hubieran quedado superadas los antagonismos sociales. Si quieres un desarrollo sobre esa noción te decomiento un libro de la etapa marxista de Roger Bartra, El poder despótico burgués (Edicions 62).

Lo que explica es que el Estado —o sus ONG, para tu caso—, a través de tal mecanismo de legitimación simbólica, puede aparecer ante sectores sociales con intereses y objetivos incompatibles –y al servicio de uno de los cuales existe y actua– como ciertamente neutral, encarnación de la posibilidad misma de superar sus conflictos o de arbitrarlos, en un espacio de encuentro en que las luchas sociales queden como en suspenso y los segmentos enfrentados asumen una especie de tregua infinita. Ese efecto se consigue por parte del Estado, gracias a la ilusión que ha llegado a provocar –ilusión real, y por tanto ilusión eficaz–, de que en él las clases y los sectores enfrentados disuelven sus contenciosos, se unen, se funden y se confunden en intereses y metas compartidos. Ni que decir tiene que las estrategias de mediación hegelianas servían en realidad para enmascarar toda relación de explotación, todo dispositivo de exclusión, así como el papel de los gobiernos como encubridores y garantes de todo tipo de asimetrías sociales.

La gran ventaja que poseía la ilusión mediadora y las nociones abstractas en que se basaba es que podía presentar y representar la vida en sociedad como una cuestión teórica, por así decirlo, al margen de un mundo real que podía hacerse como si no existiesen, como si todo dependiera de la correcta aplicación de principios elementales de orden superior, capaces por sí mismos –a la manera de una nueva teología– de subordinar la experiencia real –hecha en tantos casos de dolor, de rabia y de sufrimiento– de seres humanos reales manteniendo entre si relaciones sociales reales. 

Es a través de los mecanismos de mediación que las clases dominantes obtienen su hegemonía, es decir su objetivo de conseguir que los gobiernos a su servicio obtengan el consentimiento activo de los gobernados. Lo hace impregnando lo que –sin dejar la terminología marxista, en este caso deudora de Althusser– son los aparatos ideológicos del Estado, con una serie de nociones del tipo sostenibilidad, diálogo cultural, paz, etc., que no son sino lo que Sartre –también glosando la noción marxista de mediación– llamaba “el esqueleto abstracto de universalidad”, en que las clases dominantes obtenían sus fuentes principales de legitimidad.  Por supuesto que las ONG son instrumentos -y así lo reconocen- de mediación, también en el sentido marxista.

La mediación funciona como un mecanismo a través del cual la clase dominante consigue que no aparezcan como evidentes las contradicciones que la sostienen, al tiempo que obtiene también la aprobación de la clase dominada en valerse de un instrumento capaz de convencer a los dominados de su neutralidad. Consiste igualmente en generar el espejismo que se ha producido por fin la deseada unidad entre sociedad y Estado, en la medida que los supuestos representantes de la primera han conseguido un consenso superador de las diferencias de clase. Sería a través de los mecanismos de mediación que las clases dominantes logran que los gobiernos a su servicio obtengan el consentimiento activo de los gobernados, incluso la colaboración de los sectores sociales maltratados, trabados por formas de dominación mucho más sutiles que las basadas en la simple coacción. Se sabe que el que garantiza la perdurabilidad y el desarrollo de la dominación de clase nunca es la violencia, "sino el consentimiento que prestan los dominados a su dominación, consentimiento que hasta cierto punto los cooperar en la reproducción de esta dominación [...] El consentimiento es la parte del poder que los dominados agregan al poder que los dominadores ejercen directamente sobre ellos ". Esto es del libro de Maurice Godelier del que te hablé, Lo ideal y lo material (Taurus).

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